Wednesday, December 27, 2006

RELACIONES TOXICAS

En el diseño de un proyecto de arquitectura es básico entender el entorno, lo que el lugar es, su contextualización. Si no es fiel al lugar, la solución será forzada, y el espacio, mal resuelto. Lo planteado no funcionará como se anticipó, y el contexto será afectado negativamente.A la inversa, puede ocurrir que una intervención arquitectónica muy puntual, modifique positivamente todo el contexto de un barrio, aun de una ciudad.Un proyecto emblemático de repercusión global es el Museo Guggenheim de Bilbao, tal vez, la ciudad más gris de España. De ser una ciudad sin atractivo, hoy atrae muchedumbres de todo el mundo que peregrinan al museo para visitarlo, siendo cautivados por su brillo y audacia arquitectónica. Toda la ciudad tiene una relación nutritiva, con este edifico, por su enorme impacto. Bilbao se ha convertido en una ciudad más amable.En este caso, el efecto de lo arquitectónico dinamizó lo urbano. La intervención puntual de un órgano recuperó y vitalizó a todo el cuerpo citadino. Fue clave su emplazamiento, retroalimentando positivamente lugar y arquitectura.

La lugaridad tiene una medida precisa. No es lo mismo, emplazar un almacén en la mitad de una cuadra que en la esquina por sentido común, o una capilla que requiere silencio para la oración conviviendo con un mercado, o un bar. al lado de un colegio.Se producen relaciones toxicas entre lugar y arquitectura cuando esta no le es fiel, y también, cuando la cohabitación de aconteceres arquitectónicos no se corresponden, destruyendo finalmente el sentido de lugar, con efectos negativos en todo el contexto.Los lugares tienen espíritu, lo que se llama el “Genius Loci”. Toda intervención arquitectónica debiera gestarse comprendiendo lo que el lugar requiere. De no ser así, la propuesta será ajena al contexto, no “encajará”, negándolo. Pudiendo, incluso, destruir su lugaridad.Es expresión de decadencia urbana cuando lo tóxico de una relación, hace convivir actos que se repelen, o se anulan o se devoran entre si en el espacio arquitectónico. Al igual que en las relaciones humanas, una mala influencia lo puede complicar todo.Los lugares son muy sensibles, y los buenos lugares para vivir, doblemente. Es muy delicado intervenir cuando la atmósfera de un lugar es armoniosa, en que todo calza y se le introduce un cuerpo extraño, que puede afectarlo, provocando un efecto disruptivo, o arruinándolo parcial o completamente. Un caso paradigmático, ocurre si en una calle residencial se instala un local de vida nocturna, o si en un barrio comercial se emplazan actividades molestas como industrias contaminadoras o bodegas de transito pesado. Se acaba la paz.

Igualmente la paz citadina se puede perder con una intervención a escala urbana que produzca relaciones tóxicas. Probablemente no se habrá respetado la lugaridad, lo que es lugar.No basta el voluntarismo de una acción cívica, como único requisito, para que todo funcione automáticamente en una ciudad. Para ello existe la planificación urbana, que vela por la plena convivencia de las actividades, de los ritos cotidianos y los actos celebratorios de una ciudad.La arquitectura y el urbanismo ante todo, crean lugares en la cual el espacio adquiere significación para las personas. Esta puede ser tóxica o nutritiva.

El emplazamiento de un proyecto urbano, de alto impacto, como es el proyecto de Pedro de Valdivia Bajo puede igualmente producir relaciones significativas positivas, si se crea una lugaridad amable. Es necesario entender que hay lugares, y lugares para cada acto. Lo adecuado o lo equivoco, dependerá de la sensibilidad con que se maneje la relación entre lugar y arquitectura y de como cohabiten sus actividades.Si esto no se respeta, se puede sentenciar que habremos establecido, relaciones tóxicas.

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