Saturday, October 21, 2006

RELACIONES TOXICAS


En el diseño de un proyecto de arquitectura es basico entender el entorno, lo que el lugar es, su contextualizacion. Si no es fiel al lugar, la solucion sera forzada, y el espacio, mal resuelto. Lo planteado no funcionará como se anticipó, y el contexto sera afectado negativamente.
A la inversa, puede ocurrir que una intervención arquitectonica muy puntual, modifique positivamente todo el contexto de un barrio, aun de una ciudad.
Un proyectos emblematico de repercusion global es el Museo Gugenheim de Bilbao, tal vez, la ciudad mas gris de España. De ser una ciudad sin atractivo, hoy atrae muchedumbres de todo el mundo que peregrinan al museo para visitarlo, siendo cautivados por su brillo y audacia arquitectonica. Toda la ciudad tiene una relacion nutritiva, con este edifico, por su enorme impacto. Bilbao es una ciudad mas amable.
En este caso, el efecto de lo arquitectonico dinamizó lo urbano. La intervención puntual de un organo recuperó y vitalizó a todo el cuerpo citadino. Fué clave su emplazamiento, retroalimentando positivamente lugar y arquitectura.
La lugaridad tiene una medida precisa. No es lo mismo, emplazar un almacen en la mitad de una cuadra que en la esquina por sentido comun, o una capilla que requiere silencio para la oracion conviviendo con una discoteca.
Se producen relaciones toxicas entre lugar y arquitectura cuando esta no le es fiel, y tambien, cuando la cohabitacion de aconteceres arquitectonicos no se corresponden, destruyendo finalmente el sentido de lugar, con efectos negativos en todo el contexto.
Los lugares tienen espiritu, lo que se llama el genius loci. Toda intervención arquitectonica debiera gestarse comprendiendo lo que el lugar requiere. De no ser asi, la propuesta sera ajena al contexto, no encajara, negandolo. Pudiendo, incluso, destruir su lugaridad.
Es expresión de decadencia urbana cuando lo toxico de una relación, hace convivir actos que se repelen, o se anulan o se devoran entre si en el espacio arquitectonico. Al igual que las relaciones humanas, una mala influencia lo puede envenenar todo.
Los lugares son muy sensibles, y los buenos lugares para vivir, doblemente. Es muy delicado intervenir cuando la atmosfera de un lugar es armoniosa, en que todo calza y se le introduce un cuerpo extraño, que puede afectarlo, provocando un efecto disruptivo, o arruinandolo parcial o completamente. Un caso paradigmatico ocurre si en una calle residencial se instala un local de vida nocturna o si en un barrio comercial se emplazan actividades molestas como industrias contaminadoras o bodegas de transito pesado. Se acaba la paz.
Igualmente la paz citadina se puede perder con una intervención a escala urbana que produzca relaciones toxicas. Probablemente no se habra respetado la lugaridad, lo que es lugar.
No basta el voluntarismo de una accion para que todo funcione automáticamente en una ciudad. Para ello existe la planificación urbana, que vela por la plena convivencia de las actividades, de los ritos cotidianos y los actos celebratorios de una ciudad.
La arquitectura y el urbanismo ante todo, crean lugares en la cual el espacio adquiere significación para las personas. Esta puede ser toxica o nutritiva.
El emplazamiento de un proyecto urbano, de alto impacto, como es el proyecto de Pedro de Valdivia Bajo puede igualmente producir relaciones significativas positivas, si se crea una lugaridad amable. Es necesario entender que hay lugares, y lugares para cada acto. Lo adecuado o lo equivoco, dependera de la sensibilidad con que se maneje la relacion entre lugar y arquitectura y de como cohabiten sus actividades.
Si esto no se respeta, se puede sentenciar que habremos establecido, relaciones toxicas.

publicado en el Diario el Sur ( 01.11.06 )
Gino Schiappacasse, Arquitecto

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