Monday, April 16, 2007

SE VENDE PAISAJE


SE VENDE PAISAJE

Concepción es una ciudad de altos y bajos. El paisaje circundante, por la topografía accidentada de cerros y valles, tiene una macro-espacialidad que induce a un natural voyerismo. Ser observadores desde arriba o desde abajo comporta tener un espíritu contemplativo de la realidad circundante.
Todos soñamos con atrapar el cielo, el paisaje, las estrellas, la ciudad, el río, el mar a través de una ventana íntima, para que sea solo nuestro. En esa poética, como un “efecto matrix”, todo se minimiza y se inmoviliza, para que solo se desplace nuestra emocionalidad. Hay una cierta perdida del valor de la realidad, cuando se ha visto el cielo. Cuesta regresar a la tierra.
Los miradores del cielo como los satélites artificiales, los observatorios astronómicos o un simple balcón mirador que siempre buscan lo aéreo ejercen un extraño poder de seducción. Nos sentirnos ínfimos, casi encogidos, pero con un dominio visual de las vastedades, hasta donde permita el ojo.
Concepción es una ciudad observatorio de vastedades. Al igual que el firmamento y las nubes, el sol y la luna, las aguas correntosas que cruzan la ciudad, las estrellas y los astros se posan para construir escenarios que son verdaderas pantallas paisajísticas, casi de películas.
Me viene a la memoria el paisaje que se observa en el puente Llacolen que cruza el Bio Bio, desde diferentes puntos y giros. Es un macro-mirador, que visualiza la conjunción del agua y el cielo, el paso lento de las nubes que se van transformando, la interferencia de las gaviotas y la ciudad detrás, mientras discurre el agua entre las arenas. En esa fusión agua-aire hay algo irreal, casi surrealista. Es una entelequia del espacio vasto.
El macro-paisaje, también debe reducirse para ser contemplado : ejes miradores, balcones, plataformas y terrazas, puntos, enfoques, giros, movimientos apaisados, encuadres, recortes y acotamientos, en fin. Es la humanización del espacio vasto. Es el control visual que direcciona y enfoca.
Esta búsqueda de lo aéreo, casi como una compulsión arquitectónica de la ciudad, al final se puede reducir a un producto comercializable : se vende paisaje lejano. Lo inmobiliario, descubrió la vastedad.
Ese distanciamiento visual que se busca en nuevos proyectos residenciales en altura como “edificios miradores” que han proliferado, por toda la ciudad, curiosamente se distancian de la cotidianeidad de la calle, se desarraigan del suelo, haciendo ordinario lo excepcional. El paisaje lejano esta siempre ahí.
No se si la levedad del habitar en altura en forma permanente, mantenga la tensión visual, pero la ciudad entera es un espectáculo diario, a mano. Una celebración, siempre disponible.
Pienso en otras urbes, y no encuentro tantos giros visuales ni enfoques múltiples del paisaje como en esta ciudad. Más que una ciudad con una perspectiva, es una ciudad de vastedades multiplicadas e interdireccionadas: hay puntos en que se ve la ciudad, el mar, el río, las lagunas, los cerros, la ciudad. Es una conjunción embriagadora.
Hay algo nuevo, en esta tendencia de buscar el paisaje lejano. La ciudad que era interior y encerrada espacialmente, esta dejando de mirarse a si misma y a acotar lo cercano. Eso crea comportamientos nuevos, más anónimos y despersonalizados que le otorgan un carácter diferente al habitar. Lo re-significan. Ya sea que se habiten más, los lugares altos y periféricos, o se construya mas en altura, lo cierto es que se ha acentuado la distancia y la búsqueda de lo lejano, como un fenómeno excluyente y separador, casi segregacionista.
Aunque se esté en un emplazamiento apretado tan típico de Concepción, como que todo siempre esta referido a dirigir las vistas, a encontrar algo lejano que mirar. El cliché, como un jingle publicitario es olvidarse de lo cercano.
Hay un descubrimiento en lo vasto que da un cierto respiro existencial, presintiéndose el hogar sin patio y sin propiedad del suelo, como un refugio mirador, que me aleja de lo barrial, de la calle, del medianero.
Mirado como algo individualista que aísla, al desprendernos del suelo firme, nos alejamos de la convivencia. Se pierde contacto con la tierra y el arraigo. No esta lo inmediato y esto hace olvidar la cohabitación, la vecindad, la cercanía del mirarse las caras. Lo lejano que cubre la atención, se posesiona del habitar, no hay otra dimensión posible más que la mirada distanciada, a vuelo de pájaro.
La contemplación es así. Lo construido aisladamente, exige distancia. Es lo propio de lo aéreo, que aleja nuestros pies de la tierra.

Friday, January 19, 2007

CIUDADES QUE APASIONAN

La pasión que despierta una ciudad, retratada muchas veces en la música, cine, literatura y poesía, artes plásticas y arquitectura desde diferentes puntos de vista por muchos creadores siempre evoca una problemática única, propia de su mística y espíritu identitario. Tema y drama de las obsesiones universales, que desde la subjetividad del ojo creativo encierran ilusión, cautivación, enamoramiento o desencanto. Las ciudades nunca dejan frío.
Estas, al ser vividas y recorridas establecen relaciones emocionales -aun inconcientes- que alimentan pasiones desatadas, aunque no queramos reconocer. Como si amaramos a alguien. Cito a Pedro Gandolfo : “a las ciudades no las amamos por que son bellas, sino que son bellas porque las amamos”.


Trance inevitable que puede entrañar incluso tibieza o indiferencia, es el contexto urbano que, colándose en nuestras existencias, puede encubrir desde un desamor, un desencanto, hasta una obsesión y un enamoramiento ciego. Las verdaderas pasiones son desbordantes y declaradas.
La pasión que podemos sentir por una ciudad, como cualquier vínculo significativo puede ser de amor y/u odio, y aunque, el ámbito espacial-arquitectónico-paisajístico puede influir poderosamente en ese sentimiento, son nuestras propias emociones las que la alimentan, si nos hemos entregado en cuerpo y alma. Si tenemos recelo, neurosis, rechazo, atracción, adicción o afecto, la cosa parece ir por la apropiación, autoestima e intensidad con lo que nos sucede en la ciudad.
Lo significativo es lo que nos conmueve, y hace nuestra vida plena o plana. Como veamos la ciudad, en cierta forma es lo que nos sucede. La clave es como nos vemos a nosotros mismos, involucrados en ese lugar. Confrontar si tiene algún merecimiento para darnos, emigrar o sencillamente no salir de la casa.
En el cine, el Nueva York poético y elitista de Woddy Allen no es el mismo, al de Martin Scorcesse, lleno de violencia y arrebato, ni al de John Schlesinger, marginal y explotador, explicando la subjetividad autoral, pero también la riqueza de lecturas múltiples que tienen las ciudades.
Sin embargo, las ciudades como universos sensibles encarnan sentimientos muy nítidos. Son inconfundibles, la Roma Felliniana, el Paris de Traufautt, el Madrid de Almodóvar o el México D.F. de Gonzalez Iñárritu, en la cual estos maestros del cine parecen utilizar el pretexto del tema dramático, para declarar su amor a esas ciudades. Al final, conocemos esas ciudades mas, que si las hubiéramos visitado, por su caracterización. En todas ellas hay un espíritu, una mística que trasmiten una rica poética urbana.
Sin embargo, la poética urbana -la mirada que establece relación entre nuestro interior y la vida de la ciudad- para el penquista siempre esta en la punta de la lengua, pero, no la nombra. Se le hace cuesta arriba, reconocer algún sentimiento, definir las pasiones que le despierta su ciudad. Suelen caer en una relación indefinible y ambigua, tanto para los que nacieron aquí, como para los que han llegado para quedarse, aunque sea temporalmente. Aunque faltan muchas explicaciones para entender este fenómeno, aventuro una.
Muchas veces, el penquista, no tiene las pasiones de un bonaerense, un limeño o un carioca que reflejan en la mirada ese vinculo afectivo con su ciudad, porque no ha hecho conciente el proceso de vivir una ciudad, lo que significa de verdad ser habitante y ciudadano, fuera de su metro cuadrado. Una respuesta asertiva comporta tener cierta conciencia mística, un vinculo citadino declarado casi por escrito.
Así como la canción “La Chica de Ipanema” de Jobim, llena de belleza por una mujer, sintetiza de paso, el amor por Río de Janeiro -declarado incondicionalmente- al buscar en la música autoral penquista, la verdad es que no encuentro mas que desajuste, nihilismo, depresión y evasión, y sin embargo, no creo que Concepción este ahí.


Una relación cotidiana puede desgastar un vínculo, para hacernos perder lo ciego de un amor, pero no podemos ignorar, que una pasión siempre se traduce en una mística que puede expresarse en orgullo, chauvinismo, asentimiento como también autocrítica, desilusión o nostalgia. Hay un involucramiento claro de gratitud trabajada y significación reconocida.
A pesar de tanta globalidad, siempre tenemos una ciudad en el corazón que nos atrapa y nos conquista. La pasión urbana que incluye sentimientos encontrados como atracción, padecimiento, descontrol o nostalgia siempre nos doblega, aunque tengamos que mirar hacia otro lado, renegando en silencio, del lugar donde vivimos para no delatar nuestra abulia o expectativas no cumplidas.
Lo cierto, es que podemos ser feliz o desdichado en un lugar y no darnos cuenta. Desconocer como apropiarnos de una emoción vivida, un lugar, lo metido que tenemos el paisaje en nuestra memoria y la lluvia en la piel, puede significar que la ciudad no ha podido despertar los sentidos de nuestro corazón, o que, no lo hemos reconocido, simplemente. La tarea, en ese caso, sería ejercitar la poética urbana para amar la ciudad, aunque sea en silencio.

Wednesday, January 17, 2007

LA RESIGNIFICACION DE LA PLAZA COMO ESPACIO PUBLICO


Es curioso como dos recientes proyectos de remodelación de plazas latinoamericanas tengan como elemento central la luz nocturna como configurador del espacio publico, a través de la iluminación artificial. Especialmente considerando que son ciudades altamente pobladas, con vida nocturna y saturadas de inseguridad publica.
Estos son la plaza de Bogota que ha ganado el premio Bienal de Quito 2006 y el proyecto de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, que ha sido seleccionado recientemente el ganador en un concurso de proyectos.

La necesidad de refundar la convivencia urbana en grandes urbes de Latinoamérica hace replantearse la plaza como lugar de encuentro urbano con gravitación : la idea es mejorar el estatus de los espacios públicos, resignificando su rol arquitectónico. De paso reflexionar sobre la incidencia de los espacios públicos privados, que reemplazaron estos espacios, como son los centros comerciales y los mega espacios para el ocio.
En este caso, las plazas quieren ser recuperadas para el uso del transeute y para toda la ciudad, que sean espacios contenedores de un real encuentro urbano. En cierta forma, estos proyectos, aun creen en la vigencia de nuestras plazas tradicionales como espacios vivibles.
A diferencia, en mi opinión, la remodelación de la plaza de la Constitución, ahora Plaza de la Ciudadania, en Santiago de Chile, ya no cree en ese uso. La resignificación de la intervención arquitectonica ha quebrado esa vigencia para otorgarle un nuevo destino, mucho mas conceptual que en definitiva lo convierte en un espacio muerto, sin vida, aunque estéticamente muy bien diseñado. En definitiva, se ve la ausencia del pueblo, o mas bien el poder gobernante distanciado, de el.
La plaza de la constitución, frente a la Moneda, suprimió el rol de inclusión de masas por el significado transgresor que esto implicaba para mantener la seguridad y evitar la subversión, alojando un espacio vacío, sin uso, de carácter abstracto como plaza simbólica de una masa invisible y anónima. Es curioso que la otra plaza enfrentando la otra fachada de La Moneda, fue remodelada por Pinochet, con ese mismo objetivo. Es también obra, de los mismos arquitectos
Es curioso como esta plaza representa la democracia con un vacío, aunque soterradamente tenga equipamiento cultural. La representación de lo ciudadano se lee como un espacio ausente, sin vigencia como espacio vivido.
Contrariamente, en provincia las plazas aun se viven y a medida que las ciudades son mas chicas, mas gravitación y vida tienen, como espacio de reunión de la comunidad.
La plaza de Armas de Concepción, aunque ya no se vive con la misma intensidad, aun mantiene mucha vida, especialmente en el día, llenandose de actividad. Aun con el aggiornamiento que se le hizo, sin embargo, no tiene el status que antes tuvo, producto del decaimiento que ha tenido el centro.

Es providencial, aludir al tema de la iluminación nocturna, mencionada en estos proyectos de Bogota y Buenos Aires, porque la nocturnidad del centro penquista, en general, y de las plazas, en particular, es muy sombría. Las plaza de armas y su entorno, la plaza de los tribunales, la plaza España, el parque Ecuador son unos hoyos negros cuando llega la noche. Dan miedo. Los espacios públicos del centro parasitan de la iluminación artificial del comercio privado. Sin ellos, la cosa seria más negra.
Cuando se recorre el centro al anochecer, parece que surge el mundo oscuro de las sombras, emergiendo los mas curiosos, enigmáticos y peligrosos personajes. La ciudad nocturna, a veces, queda entregada al delito, la delincuencia y lo siniestro. La plaza de pavimento oscuro, atrae lo oscuro.
La resignificación del espacio público pasa, por un lado, por reforzar su intensidad de uso -noche y dia- , su visibilidad y seguridad. Casi con la misma luminosidad del día, para que ese espacio público sea un lugar amable para la familia.
La otra problemática, para la resignificación de la plaza de armas, es reforzar la intensidad de uso a través de la multiplicidad de actividades en el entorno inmediato. Traslapar las actividades de residencia, ocio, cultura, esparcimiento y encuentro de forma permanente, ojala día y noche. La plaza debiera estar rodeada de cafés y lugares de encuentro para intensificar su vida. Lo peor es la monoactividad que cuando muere, apaga la vida urbana. La clave es que el espacio publico se alimente de su entorno, de sus aconteceres. Le dan vida.
Los Malles le copiaron la vida urbana a las plazas tradicionales, privatizando el encuentro. Le succionaron toda su intensidad de vida. Son plazas privadas.
Ahora, hay que hacer la operación al revés : las plazas tradicionales deben extraer las cualidades de estos centros comerciales y de esparcimiento privados para que el penquista vuelva al centro. Es necesario cruzar actividades de intensidad de uso, para que volvamos a encontrarle nuevamente el significado al espacio público tradicional, un poco extraviado por estos días.

CERRADO POR VACACIONES


Esta ciudad se prepara para el invierno, no para el verano. Desolación y vacío en las calles. Todo se cierra. Una ciudad fantasma, como si toda la vida urbana se fuera a otro lugar. Con el calor, parece perder el alma. Conclusión, Concepción siempre se prepara para el trabajo, no para el ocio.
Una ciudad sin ocio, sin espectáculos, sin lugares para la entretención y el esparcimiento es una ciudad que no celebra, me decía alguien. Trato de hacer memoria y la verdad es que no existen fiestas masivas, no tenemos eventos relevantes a nivel nacional, ni menos internacionales. Concepción no tiene una historia de celebraciones. Ni durante el año, tampoco.
Probablemente la ciudad es vista como un lugar solo para trabajar y el ocio, algo superfluo. No hay una convivencia equilibrada de actividades urbanas. Y si en esta ciudad, no “pasa mucho” como dicen los lolos. ¿Donde esta la atracción?
Citando al arquitecto Raul Irrarazabal, Chile es cruzado por una gran calle larga - la carretera central- y Concepción es una ciudad excéntrica y periférica, a ese recorrido. Apartada. Se pasa de largo.
Pero, a Valdivia le ocurre lo mismo, y sin embargo en el verano tiene más vida que nunca. Contribuyen su paisaje ribereño, la cultura alemana y un carácter urbano atrayente. Extrapolando a Concepción, uno se pregunta. ¿Esta ciudad es atractiva?.
Considerando que la gente viene y se va, y los ciclos migratorios la sitúan como una ciudad de paso, podríamos elucubrar, que algo debe faltarle.
Es curioso que Concepción tenga tantos supermercados pero no se encuentren exquisiteces ni locales gastronómicos especializados. La población flotante en transito e intercambio comercial tiene poca infraestructura hotelera tipo 5 estrellas. La población estudiantil y la masa critica cultural, no tiene museos importantes ni centros culturales autónomos, las galerías de arte desfallecen , faltan salas de teatro masivo, y un buen lugar acústico para escuchar conciertos. Siendo una de las regiones mas exportadoras, hoy adolece de una estación de FFCC, y el terminal rodoviario es insuficiente. Hasta hace poco, no teníamos un buen aeropuerto y es paradojal que no tenga un sistema naviero para recorrer y conectar la bahía de Concepción teniendo un borde mar privilegiado.
Hay un déficit recreativo en lo público. Con áreas de reserva ecológica, falta un parque metropolitano de magnitud con zoológico y todo, y los cerros y macro paisajes no tienen un observatorio en la ciudad ni un teleférico. En fin.
Pero no todo es por la infraestructura. Aunque, parece que la gente sobreviviera y no tuviera recursos para el ocio, el tema es más complejo.
Un arquitecto penquista radicado en Alemania, observa que la ciudad ha crecido, pero no es “mas ciudad”. Las ciudades modernas no suman, se multiplican exponencialmente en complejidad. Cuando una ciudad adquiere complejidad exponencial, se potencian las fusiones de los actos, produciendose una sinergía : En la multiactividad esta la vida actual. Incluso las ciudades hipermodernas lo son 24 horas al día. Todo se traslapa, al punto que el ocio genera el trabajo, es ocio es trabajo, es la base del trabajo. Un paradigma : Las Vegas, USA.
El ocio es cultural, y mueve las ciudades, y estas deben ser vistas desde la cultura global y mediática, que vivimos. Siento que en lo cultural esta ciudad, puede dar mucho mas. No ha descubierto su propio patrimonio. Es lo que vende y atrae.
Un solo concierto de rock mueve 70.000 en una presentación. Pero una feria del libro nacional, un festival de cine iberoamericano anual, una muestra internacional de pintura, puede atraer un peregrinaje turistico regular, aun mayor.
Europa se pelea a los arquitectos estrellas en proyectos emblemáticos para la ciudad. La taquilla es clave. Un proyecto ciudad empieza por un proyecto de imagen urbana. Es como las postales, las cosas entran por la vista.
Es un error, o mas bien, es anacrónico, pensar que la actividad trabajo es el motor de una ciudad. Visión de la era industrial, inadecuada a estos tiempos.
Es cierto, me dirá alguien : Lo que pasa es para eso se necesita una base económica. ¿entonces cuando?. Yo creo que hay que pensar al revés. Para que haya atracción de capitales, inversiones y recursos humanos, primero hay que preguntarse ¿que ofrece de atractivo la ciudad?
Lugares como Pingueral, el Casino y el Mall, son la privatización del ocio urbano. Y está bien. Pero en eso no hay raíces identitarias propias ni patrimonio celebratorio. Falta hacer publico y masivo el ocio, con las celebraciones como ritos urbanos, tomar conciencia y reconocerlos. Resumiendo : celebración y fiesta permanente, multiactividad, y priorizacion del ocio como patrimonio, son otras formas de pensar la vida económica. Así, tal vez nos preparemos también para el verano.

Thursday, December 28, 2006

AMELIE ES DE PELICULA

Una de las escenas mas emocionantes del film francés “Amelie” es cuando uno de los personajes encuentra en una caseta telefónica, una caja de lata oxidada que guarda pequeños objetos atesorados de su infancia. Todo bajo la atenta mirada -un segundo plano- de la protagonista, que ha provocado ese acto infinito de amor.
Cuando se es niño, los momentos felices se atesoran, queriendo ingenuamente eternizarlos, al punto que se pide una y otra vez, que nos reiteren un gesto feliz.
En ese plano, traigo a mi memoria recuerdos de imágenes atesoradas, y me pregunto donde estarán aquellos juguetes que tanto amamos, que fueron de ellos.

Me pasa, lo mismo, con recuerdos urbanos de Concepción, preguntandome el paradero de tantos elementos públicos significativos, que será de ellos :
Como las calesitas con caballos estacionadas frente a la plaza que eran los taxis de la época y que perfectamente podrían funcionar todavía.
O los adoquines de muchas calles centrales de la ciudad que son excelentes pavimentos peatonales y que seguramente estarán bajo carpetas de hormigon, o pavimentando domicilios particulares, o arrumbados en alguna parte.
Igualmente los tranvías municipales, del cual todavía se ven algunos rieles como la calle rengo que dobla hacia la plaza de armas.
O las butacas aterciopeladas, espejos, mármoles de gradas, lámparas de lagrimas y mobiliario del antiguo Teatro Concepción o del antiguo Palacio Consistorial.
Asi como se recuerdan los objetos, también los ritos urbanos, van quedando registrados en la memoria, denotando que la apropiación del espacio urbano va cambiando, de acuerdo a la contextualización temporal, mutando los significados del espacio, desperfilando ciertas simbolizaciones, y trastocandose el fin verdadero, de la celebración.

Prácticamente, nadie vive la plaza como se vivía antes, la misa de la catedral ya no tiene esa significación social que tuvo, y el paseo al Astoria es historia enterrada. El uso del espacio, cambio para siempre.
Muchas fiestas y celebraciones cotidianas, tal vez las mas propias, como ritos de la ciudad han desaparecido, perdiendo muchos espacios el acontecer que los animaba, y desmantelando su significado. Han sido reemplazados por otros aconteceres, con otros significados, en otros lugares.
La percepción de un lugar en la ciudad, depende de quien lo mire, la significación otorgada es particularmente personal, dependiendo del curriculum vivencial.
Hay personas a los cuales la ciudad no les dice nada, porque no tienen vínculos ni memoria, y hay otras, a las que cada lugar, les condensa su historia, con episodios e intensidad emocional, aunque el lugar ya no sea el mismo o haya desaparecido. En ello siempre hay un sentimiento de perdida, de sentir las ausencias, a las que daríamos el alma, por volverlas a vivir, por un instante, que sea.

Desgraciadamente “Amelie” solo es un personaje ficticio, y no puede estar aquí, para hacernos felices, trayendonos algunos recuerdos al presente. Ella es de película.

EFECTO DE DEMOSTRACION

Aunque tal vez, sea producto del “efecto de demostración” en la cual uno quiere tener la ultima adquisición del vecino, aquí en Concepción se siente una envidia incontrolable cuando en Santiago se inauguran numerosas bibliotecas top, se abren diversos centros culturales, se suceden las principales exposiciones en el nuevo Museo de la Moneda o se anuncia el inicio de obras del nuevo Teatro de la Municipalidad de Las Condes
Aunque en la ciudad capital de Chile concurra la cultura a escala nacional por el tamaño citadino y se concentre la elite económica, que es la gran consumidora de cultura en el arte y el espectáculo, se deja sentir una corrosiva sensación de desolación cultural en este rincón del sur.
Se puede soportar la discriminación de todo tipo por ser de provincia, pero la desventaja que ejerce no tener acceso a variados lugares de “creación cultural en vivo y en directo”, a menos que nos desplacemos 1000 Km. de ida y vuelta, hace pensar que hay un tremendo desequilibrio en la política cultural nacional, especialmente en su distribución territorial. La regionalización tampoco funciona en este aspecto.
Es valido que hay políticas locales de desarrollo cultural, pero son demasiado mezquinas, especialmente en cuanto a infraestructura arquitectónica.
Aun no comprendo como la estatal Universidad del Bío Bío no tenga una buena sala de exposiciones en el centro de la ciudad, y tampoco sea importante para las universidades privadas. Y que prácticamente los únicos centros culturales citadinos de divulgación masiva que tenemos, sean la Casa del Arte y el Aula Magna para una urbe con una población de más de 1 millón de habitantes.
A excepción de tres institutos binacionales, de la U. Católica de la Santísima Concepción y especialmente de la U. de Concepción, a la que reconocemos su gran preocupación histórica por la cultura local, no es posible entender que la mayoría de las universidades no tengan recintos adecuados para la difusión cultural como centros de documentación, registro audiovisual, escenarios de exposiciones, eventos, conciertos, en definitiva cultura al alcance de todos. Y que tampoco no haya instituciones autónomas que asuman que la cultura es un producto de consumo permanente. La ciudad culturalmente ha descansado en lo universitario, cuando debiera ser parte de un “Proyecto Ciudad”.

Considerando lo deficitario de la sala de exposiciones en el subterráneo del edificio consistorial y la biblioteca municipal como espacios para divulgar la cultura, es inexplicable que la Municipalidad de Concepción, no haya tomado la iniciativa para impulsar el proyecto del “Teatro Pencopolitano” -proyecto Bicentenario 2010- y se haya entregado esto a una corporación privada.
Es cierto que el proyecto de diseño del teatro planteado por el arquitecto Borja Huidobro es abultado, muy caro y escapa a nuestro contexto cultural que no es tan de elite, pero la iniciativa da pie a pensar en un “Gran Centro Cultural Municipal” emplazado en ese lugar o en otro, que alberge diversos recintos para la divulgación de una cultura masiva tanto del espectáculo como de museos y salas de exposiciones.
Aunque este sobredimensionamiento proyectual no ha contribuido a una buena estrategia para vender esta gran idea para nuestra ciudad, uno se pregunta en que momento las múltiples colecciones universitarias de insectos, de geología, de paleontología por ejemplo tendrán espacios adecuados para su exposición y conservación o las temáticas locales mas significativas como los terremotos o el desarrollo industrial histórico merezcan el lugar que le corresponden en nuestra museografía o tantos temas universales como la arquitectura moderna, la tecnología, la antropología o las artes clásicas puedan ser accesibles a niños de Lota, de Aguita de la Perdiz o de Santa Juana que tal vez jamás conozcan.
Si miramos que otras ciudades de Chile, tal vez mas provincianas que Concepción se han aventurado en una política cultural municipal mas ambiciosa como Talca, Puerto Varas o Valdivia, contando esta última con un complejo cultural de gran factura arquitectónica frente al río Calle Calle, es que algo deficitario nos rodea.

La cultura es la “religión” actual que promueve el alma de las grandes ciudades, le otorga contenidos profanos a lo trascendente estimulando el conocimiento, el debate, la superación de lo contingente, que a veces, parece aplastar lo mas significativo de la existencia. Hoy el encuentro urbano esta en las expresiones culturales. La cultura hace ciudad.
Al parecer, la “cultura formal” entra más por osmosis, que “estudiandola” en un aula, y se percibe que nuestra realidad urbana contiene una carencia absoluta como búsqueda masiva de culturización, que vaya más allá del pop, de los reality show o de la cultura basura.
El arquitecto Cristian Fernández Cox decía el otro día en el programa de TV “ Una Belleza Nueva “que para acceder a la plenitud de la vida profana había que buscar siempre la triada “Belleza – Verdad – Bondad”, y que la primera era la puerta de entrada a las otras dos. Así, al menos, pensaban los griegos.

Wednesday, December 27, 2006

LAS LECCIONES DE FELLINI

Aunque ha pasado mucha agua bajo el puente del Tiber, el film Roma (1972) del director italiano Federico Fellini, es un referente muy vigente para encontrar una verdadera definición de ciudad, a través de su relato escenográfico. Al recorrer sus calles, sus monumentos, sus plazas, sus claros y oscuros, nos va cautivando la intemporalidad urbana de su intensa vida, fuente eterna de su vigencia.
Reflexionando sobre el estudio que intenta recuperar el Centro de Concepción, creo que esta película, nos define cuatro elementos de la ciudad que van surgiendo a través de los episodios, al describir la vida diaria de Roma, revelando nítidamente lo que nunca debe perder una ciudad. Son rasgos insustituibles de la “ciudad eterna” -así llamada- y aplicables a cualquier urbe. En este caso, a la trama fundacional de Concepción.

Inicialmente, la primera escena en una noche de verano calurosa todos los habitantes de los edificios de la ciudad se vuelcan a la calle y en mesas compartidas, las familias comen juntos intercambiándose los platos, en medio de calurosas conversaciones y cruce de afectos, opiniones, gestos y acercamientos. Aquí se plasma la necesidad de la vida en los espacios públicos exteriores, ya sea en plazas, calles, pasajes de barrios, vecindarios o del centro en que se produzca intercambio ciudadano, sin segregación ni marginación de nadie. Todos pueden expresarse. La vida privada esta supeditada a lo público. Es la fiesta de la cotidianeidad, y de lo corriente, que nos devuelve a la familiaridad.

Cronológicamente, la siguiente escena, sigue secuencialmente un largo recorrido de entrada a la ciudad, en medio de una gigantesca congestión vehicular que va mostrando como desde diversos puntos todos los caminos parecen conducir a Roma, con la típica “fauna felliniana” en que se funden lo grotesco, lo insólito, lo humano, lo dramático y lo burlesco de una manera única, mostrando la diversidad mundana, y en que todos parecen ser atraídos a un centro luminoso. Gravitando como satélites alrededor de un sol vivo y ardiente. Certeramente, remata en el circo romano, como si todos “sintieran” la ciudad como un gran evento.
El equipo de camarógrafos en medio de la llovizna y la lentitud, como en una peregrinación, nos revelan una ley urbana : todo debe ir a un centro, sin dispersión, para que la ciudad se vitalice con las añoranzas y sueños, de quienes viene de afuera, esperando algo. El centro es el dentro gravitatorio de lo publico, para atraer el encuentro de lo diverso, de la rica complejidad, que se condensa en un lugar, que no se diluye ni se dispersa. La “anti-ciudad” se desgravita hacia fuera. Eso es la ruina. La ciudad, aquí es descrita, como una celebración en que siempre va a suceder algo significativo.

De una manera casi documental y fortuita, la tercera secuencia transcurre en los subterráneos del metro en construcción, en que se abre un forado, descubriendo un espacio arqueológico rodeado de antiquísimos frescos . A medida que va entrando oxigeno, todos los frescos de fuertes colores empiezan a esfumarse. De una manera metafórica da cuenta como el progreso, va borrando la historia, pese a los intentos inútiles de evitarlo. Es un llamado a la preservación de la historia, de la herencia soterrada, que es la base de la memoria de la ciudad actual. En cierta forma, el patrimonio no debe ser expuesto al avance despiadado del presente, para que sea destruido, sino que delicadamente guardado como hueso santo.

La última escena surge desde las sombras de un antiquísimo palacio que alberga a la aristocracia romana, en un desfile de moda de atuendos religiosos, del cual surge como una aparición la figura de un Papa resplandeciente, que todos veneran.
Detrás de un aparente sarcasmo, Fellini, revaloriza la tradición y los ritos como actos del alma citadina más trascendente, fusionando lo anacrónico y decadente con los presagios futuristas, la trascendencia con el respeto sacro. Vida y muerte celebrada.
Esto confirma que los mitos de una ciudad, como algo inherente, sus creencias y veneraciones, sus ritos y celebraciones, sus liturgias y fiestas de guardar, más allá de lo contingente y el corto plazo, son vitales a su identidad urbana. Es el espíritu de la pesadez que asienta la memoria colectiva en algo superior. Eso, alienta la pasión por una ciudad, el amor por lo urbano, que desborda nuestro yo, para sentirnos verdaderamente como un ciudadano.
Lo invisible del Genius Loci -los espíritus de un lugar- que trasciende la vida material, en definitiva sostiene a una ciudad, más que el cuerpo arquitectónico. El ánima venerada, es el suspiro que alienta la materia : La creencia sostiene el rito, y el rito, sostiene la fe.
Una ciudad se puede resumir en cuatro palabras que son las características insustituibles de su vida urbana, y que no pueden faltar : Encuentro, Gravitación, Memoria y Rito. Debilitar, algunas de estos componentes, solo provocará la lenta decadencia de una ciudad. Probablemente, no permanecerá eterna como lo ha sido Roma.

EL SAUDADE DE PROVINCIA


Interpretando una critica literaria, no tan reciente, creo que uno de nuestros mejores escritores locales ha sido atrapado por el “Saudade” de la ciudad. En su última obra no hace mas que darse vuelta en lo mismo. Esta contando la misma historia. Como consuelo, a todos a veces, nos pasa lo mismo.
Esa sensación de estar deliciosamente recluido para caer siempre en lo mismo, me recuerda la película “ Atrapados en el tiempo” en que actúa Bill Murray, donde el argumento radica en la reiteración eterna de un mismo día. Todos los días se repiten exactamente los mismos ritos cotidianos. Es exasperante como rutina.
Según Edward, el critico literario que analiza su ultima obra, a este escritor local le pasa algo parecido, pues aun cuando tiene una gran habilidad con el lenguaje y un rico imaginario, parece estar atrapado en un mismo tema. Al parecer no puede, o no quiere explorar otros universos, ni menos arriegarse a emprender obras mas trascendentes, construir algo mas que cuentos y novelillas. Da para pensar, la desmotivación de tocar techo, y no querer crecer más.
Ademas de caer un poco en la autoreferencia, tendencia, en la cual suelen caer algunos creadores, yo concluyo, que mas bien lleva mucho tiempo viviendo en esta ciudad. Si quiere hacer algo mas, deberá emigrar, como los futbolistas. Así lo vieron Vargas Llosa, Cortazar, García Marquez que se consagraron en Europa.
Esta ciudad produce “saudade”, que es un término de origen portugués y tendría una traducción en cierta “nostalgia de un lugar”, casi como una fiebre.
En lenguaje universal, el saudade es “la nostalgia del terruño”. En Concepción, se traduce literalmente en esa nostalgia por ese “encierro humedo”. Alguien penquista que esta afuera de Chile, me confiesa que añora lo “percan”, ese moho que se forma en el calzado guardado en espacios cerrados.
El sino urbano de esta ciudad, a veces, contiene ese dulce veneno que nos lleva a sostenernos en un voluntario “autoencadenamiento”. Nos sentimos aparentemente satisfechos, comodamente anidados –aunque interiormente un tanto inmóviles- porque intuimos muy adentro de nosotros mismos, que nuestra afán conquistador se ha diluido y nos hemos dejado estar. Ese “nos hemos quedado” -una forma de autocomplaciencia en la medianía- ataca a moros y cristianos, incluso a los mas encumbrados. No sospecho, por qué en parte, el carácter provinciano tiene la culpa de todo, y por qué nos atrapa.
Siempre recuerdo al director de cine Federico Fellini, que huyendo de la provincia, no hizo más que desplegar su nostalgia por ese arrullo pueblerino en todos sus filmes para no olvidar su propio humanismo. Es paradojal y contradictorio, que necesitando del terruño, debamos huir para poder crecer, y a veces es mas sano salir arrancando, para no caer en este “ saudade”.
Esta autoreferencia provenzal – en que todo gira en círculo- nubla la visión. La percepción del tiempo es mas lenta, con una determinación sin urgencia como si tuviéramos toda la vida para resolver las cosas : dejar hacer, esperar, para después. Escasea pasión por lograr cosas, mas rapidas. Finalmente nos pasa la cuenta. Lo curioso, es que esta lentitud, la resolvemos con la urgencia de corto plazo : cuentos y novelillas en vez de una gran novela. Algo mas trascendental.
El Fado de Lisboa, forma de saudade cantado, es lento y melancólico. Muy poético, porque el saudade tiene cierta poesía y el tiempo parecer ir de otra manera, cautivando ese “laissez fer”.
Es curioso como la ciudad, mide su grado de metropolizacion, por el paulatino abandono de este saudade, y caer en cierta mecanicismo urbano en que la urgencia va borrando el amor al terruño. Nos vamos haciendo más cosmopolitas con toda al problemática que trae el anonimato, la indiferencia, la masividad y la cultura suburbana que elimina la instancia barrial y vecinal. Aceledaramente. El estrés es indicador de urbanización progresiva.
Finalmente, nos hara salir de nuestro giro en circulos – lo local- para entrar en la universalidad, porque en definitiva la globalidad nos hace ampliar al mirada y mirar mas alla de la cordillera de la costa y del horizonte, para aventurarnos en otros universos y explorar otras tematicas. Concepción necesita salir al mundo, aparecer marcado en el mapamundi.Presiento que este critico santiaguino nos dijo a todos, que dejemos este “darse vuelta en una misma historia”, para que nos adentremos mas alla, explorando otros mundos mas actuales, renovandonos nosotros mismos. Aun cuando, esto signifique dejar el “saudade” encerrado en un closets con llave, y se ponga percan

LOS ESPIRITUS DE UN LUGAR

A veces la sincronía de ciertos hechos en un lugar, hace pensar que existe lo providencial, que en muchos casos se concertan dimensiones de confluencia metafísica, coincidencias inducidas por el “Genius Loci” o espíritu de un lugar. Como si los fantasmas del pasado, estuvieran detrás de nosotros, para susurrarnos algún mensaje al oído.
Coincidente con la reciente publicación del libro “Concepción Desaparecido / Memoria Visual 1860-1939” de Cartes Montory y Alejandro Mihovilovich y editado por la Editorial Pencopolitana que trata sobre la ciudad que ya no está, que registra en fotos su imagen arquitectónica y urbana histórica desaparecida, y en la cual uno de los iconos arquitectónicos fue el bellísimo Palacio Consistorial – de estilo francés que albergaba a la Municipalidad de Concepción y que curiosamente, como una ironía de la historia, le tocó ser demolido por el abuelo de la actual alcaldesa-, en estos mismos días, en la ciudad, se ha desatado una disputa por el destino que debe tener el edificio que deja la intendencia, para trasladarse a su nuevo edificio en donde se radicara el gobierno regional. Esto desembocara en una consulta ciudadana a quienes residimos en Concepción.
Es un fenómeno interesante observar como una problemática urbana-arquitectónica toma tanto protagonismo. Esta en juego, la imagen de la ciudad.
Mas allá de justificar o rechazar la decisión del Gobierno Regional, representante de la autoridad central, y cualquiera sea lo definitivo, esta afectará profundamente al alma penquista. Se ha tocado algo muy profundo en el orgullo penquista, pues se percibe como si el peso de la historia se nos hubiera venido encima, el pasado precipitado en el presente, como si en esta idea se anidaran espíritus muy ancestrales.
Dejando atrás el juego del poder político, lo más significativo para la memoria colectiva es escuchar el sentir de la ciudad, con toda la carga emocional que representan los iconos arquitectónicos. Estas instancias tan significativas no pueden reducirse a una problemática inmediatista, sin tener una mirada de “proyecto ciudad” que considere el largo plazo. Aquí esta el tonelaje de la historia urbana con un acento en la significación cultural, que debe ser considerado.
La iniciativa para que el edificio de la intendencia frente a la plaza permita el traslado de la municipalidad, no puede entramparse por no tener clara la permanencia de las otras dependencias. Solo pone de manifiesto, que estas rencillas políticas, al final, solo perjudican a la ciudad.
Históricamente, la ciudad tuvo el Palacio Consistorial frente a la plaza. Por el efecto devastador del terremoto del 21 mayo de 1960, tuvo que ser demolido, por los excesivos daños. Creo que ese error histórico, hoy tendría otra perspectiva. Posiblemente se hubiera restaurado, por la conciencia patrimonial que ha desarrollado la sociedad chilena.
Hoy, es la oportunidad histórica de poner nuevamente a la Municipalidad en el lugar que debe estar, y saldar una deuda histórica: entregar el edificio que deja la Intendencia Regional frente a la plaza para que el municipio vuelva frente a la plaza, como sucede con todas las ciudades hispanoamericanas, fundadas con las reglas urbanísticas del Consejo de Indias español.
Nadie más que un penquista, sabe que la ciudad perdió sistemáticamente todos sus palacios y arquitectura de estilo que tuvo el “Concepción Belle Epoque” de principios de XIX por los terremotos, y del cual hoy no queda prácticamente nada. Y que por lo mismo, la ciudad necesita de un palacio como icono emblemático, aunque sea este, edificado posterior al terremoto del 39, por la significación que tiene en la psiquis de la ciudad.
El edificio Municipal diseñado por el arquitecto Sergio Larraín García Moreno, que se construyo en el sitio actual de la sede municipal, a mi entender es un muy buen edificio, pero no constituye un paradigma de solemnidad que caracterice a un palacio, como debe corresponder a un edificio publico, sede del gobierno local.
Como hemos olvidado la significación de las cosas y la sacralidad de los lugares, no le otorgamos la importancia que se merece, al carácter icónico que tienen los edificios y representan las instituciones. Y con esto, se cree que todo es indiferenciado, y se ve igual. Hay una relativización, en que todo da, casi lo mismo.
Eso no es así. En cierta forma, hay que poner las cosas en su lugar.
No hay que olvidar, que tal vez, la causa sea, el contexto actual en que vivimos, cuyos rasgos se centran en el pragmatismo. Nuestra existencia actual, se desenvuelve en una época desmitificada, sin matices, en que importa la funcionalidad. No hay valorización a la significancia de las cosas, ni menos, valor de los ritos citadinos. Solo importa lo cuantificable.
Lo que más desconcierta a la ciudad, es que se decida algo tan significativo para la historia de Concepción, sin tomar en cuenta su Genuis Loci. Creemos que merecen mas que nunca, atención, esos espíritus tutelares como fueron Pedro del Río Zañartu, Victor Lamas, Binimelis y tanto otros.
Presiento, que el espíritu de muchos personajes históricos de Concepción, que ya no están, andan algo inquietos, rondando por ciertos lugares de Concepción, a ver si son escuchados.

RELACIONES TOXICAS

En el diseño de un proyecto de arquitectura es básico entender el entorno, lo que el lugar es, su contextualización. Si no es fiel al lugar, la solución será forzada, y el espacio, mal resuelto. Lo planteado no funcionará como se anticipó, y el contexto será afectado negativamente.A la inversa, puede ocurrir que una intervención arquitectónica muy puntual, modifique positivamente todo el contexto de un barrio, aun de una ciudad.Un proyecto emblemático de repercusión global es el Museo Guggenheim de Bilbao, tal vez, la ciudad más gris de España. De ser una ciudad sin atractivo, hoy atrae muchedumbres de todo el mundo que peregrinan al museo para visitarlo, siendo cautivados por su brillo y audacia arquitectónica. Toda la ciudad tiene una relación nutritiva, con este edifico, por su enorme impacto. Bilbao se ha convertido en una ciudad más amable.En este caso, el efecto de lo arquitectónico dinamizó lo urbano. La intervención puntual de un órgano recuperó y vitalizó a todo el cuerpo citadino. Fue clave su emplazamiento, retroalimentando positivamente lugar y arquitectura.

La lugaridad tiene una medida precisa. No es lo mismo, emplazar un almacén en la mitad de una cuadra que en la esquina por sentido común, o una capilla que requiere silencio para la oración conviviendo con un mercado, o un bar. al lado de un colegio.Se producen relaciones toxicas entre lugar y arquitectura cuando esta no le es fiel, y también, cuando la cohabitación de aconteceres arquitectónicos no se corresponden, destruyendo finalmente el sentido de lugar, con efectos negativos en todo el contexto.Los lugares tienen espíritu, lo que se llama el “Genius Loci”. Toda intervención arquitectónica debiera gestarse comprendiendo lo que el lugar requiere. De no ser así, la propuesta será ajena al contexto, no “encajará”, negándolo. Pudiendo, incluso, destruir su lugaridad.Es expresión de decadencia urbana cuando lo tóxico de una relación, hace convivir actos que se repelen, o se anulan o se devoran entre si en el espacio arquitectónico. Al igual que en las relaciones humanas, una mala influencia lo puede complicar todo.Los lugares son muy sensibles, y los buenos lugares para vivir, doblemente. Es muy delicado intervenir cuando la atmósfera de un lugar es armoniosa, en que todo calza y se le introduce un cuerpo extraño, que puede afectarlo, provocando un efecto disruptivo, o arruinándolo parcial o completamente. Un caso paradigmático, ocurre si en una calle residencial se instala un local de vida nocturna, o si en un barrio comercial se emplazan actividades molestas como industrias contaminadoras o bodegas de transito pesado. Se acaba la paz.

Igualmente la paz citadina se puede perder con una intervención a escala urbana que produzca relaciones tóxicas. Probablemente no se habrá respetado la lugaridad, lo que es lugar.No basta el voluntarismo de una acción cívica, como único requisito, para que todo funcione automáticamente en una ciudad. Para ello existe la planificación urbana, que vela por la plena convivencia de las actividades, de los ritos cotidianos y los actos celebratorios de una ciudad.La arquitectura y el urbanismo ante todo, crean lugares en la cual el espacio adquiere significación para las personas. Esta puede ser tóxica o nutritiva.

El emplazamiento de un proyecto urbano, de alto impacto, como es el proyecto de Pedro de Valdivia Bajo puede igualmente producir relaciones significativas positivas, si se crea una lugaridad amable. Es necesario entender que hay lugares, y lugares para cada acto. Lo adecuado o lo equivoco, dependerá de la sensibilidad con que se maneje la relación entre lugar y arquitectura y de como cohabiten sus actividades.Si esto no se respeta, se puede sentenciar que habremos establecido, relaciones tóxicas.

METROPOLIS

El director cinematográfico Fritz Lang construyó uno de los grandes clásicos del cine cuyo título Metrópolis ( 1927), sugería el destino urbano del siglo XX. Palabra que caracterizo el “emergente citadino” y del cual su evidencia actual, tiene un parámetro definitorio de un conglomerado mayor, de gigantescas proporciones, de gran complejidad, epígrafe de lo masivo y anónimo, o sea, la “superciudad” como una creación monstruosa, y casi maquinal. Lo inquietante de esta película era su mensaje, casi profético, de deshumanización.
En oposición, o casi en una misma línea, Marshall Mac Luan acunaba en los 70, el concepto de “aldea global”, para referirse a la interconexión que se ha ido tejiendo entre las diversas comunidades, reduciendo las distancias, e integrando a todos en una cultura planetaria. Lo cierto es, que desde una aldea a una metrópolis existe una enorme distancia. Aun cuando, hoy se podría afirmar que una metrópolis es una aldea multiplicada.
Concepción, por su crecimiento, transita hacia una metropolización urbana, y en este recorrido, la ciudad esta adquiriendo una complejidad creciente, percibida como una comunidad que se fragmenta en múltiples grupos, creando una atmósfera mas cosmopolita, menos provinciana y mas dispersa.
Por la diversidad de visiones que cohabitan, la ciudad se esta poblando de masas criticas que gravitan en torno a subculturas y grupos de intereses y valores mas diversos, que acentúa las diferenciaciones como entidades singularizadas.
Aun cuando se percibe una cierta cohesión social, en esta complejización se acentúa la afirmación de la diferencia y diversidad que trae aparejado una convivencia, un tanto, descomprometida, indirecta y paralela, que va en camino hacia la indiferencia y anonimato de las grandes ciudades.
La formación de elites y grupos autogravitantes como la burocracia estatal, el mundo empresarial, la intelectualidad con todas sus vertientes, los profesionales emergentes, los bloques universitarios, el mundo poblacional, las tribus urbanas, el mundo financiero y de negocios, las generaciones X autoreferentes o los baby booms, las vecindades suburbana top y marginales, que junto a las subdivisiones comunales y sectorizaciones de rubros, por nombrar algunos, crean formas de cultura y convivencia que difieren entre si, generándose escalas de prioridades e intereses muy diferentes, que si bien se entrecruzan, poseen distintas motivaciones valóricas y de pertenencia.
Se puede afirmar que el control social de una aldea, por su pequeña escala, homogeniza a una comunidad primando un común patrón de valores y creencias en que no difiere mayormente la cosmovisión y la cohesión social de sus individuos. Es casi asfixiante, por su falta de individualidad y tolerancia.
A diferencia, en la ciudad, los lenguajes y los códigos de vida diversos tienen necesidad de universalización y consenso, que guardan cierta aceptación, por cierta relativización e indiferenciación asumida, que no puede ignorar un contrato implícito de “exclusiones mutuas sin intromisiones”. Es el nuevo control que ejercen las grandes ciudades basado en el respeto social que permite la diversidad. Son subculturas que se toleran, pero que se reafirman en su diferenciación identitaria.
En cierta forma, conviven numerosas aldeas, cada una con sus propios códigos y valores, que no se tocan, aceptándose mutuamente.
Esta convivencia, mas bien funcional, que teje redes para su ensamblaje social y desarrollo vital, requiere de un habitat paralelo para el acontecer privativo, y otro entrecruzado para el acontecer publico simultáneo que permita cierta superposición estructural para su encuentro como comunidad. Es como el traslapo de distintas ciudades, en una sola.
La creciente cultura suburbana alienta esta diferenciación que nos aleja de ese espíritu provinciano del “todos nos conocemos” y de ese “sentir común” de pertenecer a una “patria chica”. Y aunque nos liberamos en cierta forma, de la homogenización, corremos el riesgo de caer en la fragmentación social, la segregación inevitable o la fría indiferencia del “cada uno hace lo que quiere”.
Si existían instituciones que provocaban cruces de los segmentos sociales como hacer el servicio militar, mezclarse todos en una misma universidad o trabajar interactuando transversalmente, esto se ha ido desdibujando. Hoy es probable que la vida penquista se caracterice por existencias mas paralelas que nunca, porque se están perdiendo esas instancias de vidas entrecruzadas, acentuándose mas la individualidad y la libertad identitaria. Es lo uno por lo otro, pues, todo tiene su precio.

Thursday, November 16, 2006

INTERRUPCIONES URBANAS

Reflexionando con mas calma, no extraña, la probable suspensión del proyecto Biovías en Concepción. Mas curioso sería, que se vaya a concluir como fue planificado inicialmente.
Nos sucede como cuerpo social, que cierto rupturismo histórico permanente de nuestros procesos de vida se ha convertido en un rasgo identitario. Forma parte de nuestra memoria colectiva como algo subliminal, que aflora cuando surge otro suceso que lo confirma.
El mito fatal de que todo debe interrumpirse en lo que emprendemos, parece una ley natural, como lo son los ciclos climaticos, los ritmos sísmicos, el paso del dia a la noche. Esto permite especular sobre su merecimiento.
Nuestra historia local esta fundada en una cultura de las interrupciones, desde el momento que se instituye la “Frontera de la Araucanía”, recordando que el país estuvo “interrumpido”, con un paréntesis en blanco de 300 años, fragmentando cultura y territorio. Junto a esto, la naturaleza telúrica de la geografía ha interrumpido la vida urbana ciclicamente, obligandonos a reconstruir sistematicamente nuestro habitat.

Como si fuera una ley predecible -todo es inacabado- es inevitable justificar lo sintomatico de estas interrupciones en que los procesos de vida colectiva quedan a medio hacer, y finalmente diluyen su continuidad histórica tan necesaria, por motivos que están mas allá del esfuerzo colectivo, a menos que opongamos mucha persistencia.
Esta sensación de rupturas evidentes y permanentes, parece generar una psicología resiliente para soportar esto de forma muy particular. Se asume como algo normal lo que no debe suceder, o sea el desajuste es la norma y se reconoce como tal. Es el sino de la deconstrucción por el rupturismo sistematico, que caracteriza una historia de discontinuidades.
Esto se ve claramente, en los periodos de auge economico que cronologicamente se inician con el boom minero en la zona del carbon, de los textiles en Tome, de la loza y del azucar en Penco, de la pesca en Talcahuano y Coronel, y de tantos otros emprendimientos locales, que trajeron prosperidad y que no lograron capitalizarse en forma territorial para que se hubiera fundado una economia local mas estable en el tiempo. De todo ese esplendor no queda practicamente nada, en la mayoria de los rubros. Fue una interrupcion casi abrupta de sus historias que le podria suceder hipoteticamente al acero, a la madera, a la petroqumica, mas adelante, con la irrupcion de la globalidad.
Lo comun de lo trunco es que sus procesos colectivos tienen al final una consecuencia en lo mas intimo de las personas. La interrupción de la inocencia infantil por la precocidad de trabajar, la interrupción del sueño de seguir estudiando en la adolescencia, la interrupción de los ideales de juventud por el desencanto en la adultez tienen su analogía colectiva con la ciudad como ente construido y habitado.

Al igual como los esqueletos ruinosos industriales de carboniferas, textiles, loceras, azucareras, pesqueras, cerveceras, maestranzas, talleres, vidrieras, barracas, curtiembres, ceramicas y baldoseras, etc. parecen augurar la inevitable interrupción de los procesos económicos, con ritmos cíclicos de auge y caida, a nuestras ciudades les sucede algo analogo : se trasladan, se rehacen, se arman y se desarman como si fueran campamentos.
La interrupción ejercida casi por decreto en lo urbano, es lo que si sorprende como coyuntura, porque nos damos cuenta que los estudios de planificación también puede alentar rupturas y fluctuaciones.
Esto sucede cuando el plan regulador no prevee que va superponiendo ordenes que rompen con el orden de la manzana continua por ejemplo, o cuando permite que la arquitectura desmantele el centro trasladando servicios y comercio de calidad a los suburbios, vaciando de a poco el alma urbana, o que el borde natural del Bio Bio practicamente se privatice y se bloquee, interrumpiendo el espiritu del proyecto inicial de acercar la ciudad al rio.
Las decisiones que eliminaron un puente sobre el rio Bío Bío, o que han negado la construcción de una rotonda expedita vehicular en el acceso Bonilla a Concepción, han sido tan rupturistas -interrumpiendo el sentir de la ciudad- como lo será probablemente, el mismo Proyecto Biovias, si se “desconecta” de las comunas dormitorios que mas lo necesitan. En ese caso, usaremos la psicología de la resiliencia urbana, como lo hemos hecho en otras épocas, esperando que venga una contraorden de Santiago.

Monday, November 13, 2006

LA PRIVATIZACION DEL OCIO


Lo anecdótico, para los que no conocen la realidad de Concepción, es que Nicolás Imschenetzky es el empresario que se ha ganado la concesión de los casinos de juego en Concepción como sociedad Grupo Valmar de su propiedad y South America Gaming.
Lo de fondo, es el tema de la APROPIACION DE LOS GRUPOS ECONOMICOS DE LA VIDA DE LAS CIUDADES que le “roban” la vida pública, desmantelándola. Al igual como el suburbio sustituye el centro citadino, degradando el espacio publico, la privatización de la ciudad, le succiona el alma urbana. En este caso, la privatización del ocio en una ciudad propia.

El casino se llamará “Marina del Sol” y lo esta construyendo en una propiedad suya que le dará gran plusvalía. Forma parte de un gigantesco proyecto inmobiliario, donde le queda mucho suelo de reserva. Es un rey midas. Todo lo que toca se convierte en plata.
No voy a cuestionar su visión empresarial que es muy legitima, pero lo que me interesa como reflexión son las consecuencias como fenómeno universal: la privatización de la ciudad y la apropiación del alma urbana de la ciudad que todos conocemos.
Así como el impacto de este casino de juegos, implica, en cierta forma la privatización del ocio, al igual como lo hacen los grandes centros comérciales y los Malls. Estos, trasladan la gravitación de la vida citadina, hacia estas “plazas privadas”, reemplazando nuestras añosas y nostálgicas plazas y parques públicos. Privatizan la vida publica de la ciudad, robándole el alma a su acontecer.
Esto es parte de un fenómeno urbano: Ya nadie va a los parques, salvo los enamorados, los románticos o los cimarreros. A las plazas tradicionales llegan los marginales y los turistas extranjeros. Todo chileno que tenga alguna pretensión de estatus, especialmente de los mas jóvenes, no frecuenta los espacios públicos, ni menos las plazas. Eso se lo dejan a los peruanos y bolivianos. Es de picante.
Así como ya lo había hecho el Mall Plaza del Trébol, que mató la vida comercial del Concepción Centro, que curiosamente esta vecino con este casino, en cierta forma, estos grandes centros de consumo de ocio y comercio, le roban el alma publica a la ciudad, le succionan su vida publica porque la vacían de los encuentros de las personas, le extraen la vida y la desmantelan de la frecuencia y la intensidad que necesitan. Esto es propio de la cultura suburbana.
El problema es que decae el centro fundacional, muriendo y degradando el concepto de espacio publico, porque el vaciamiento trae su decadencia y deterioro con todas las patologías urbanas, que arrastra detrás.

Lo que pasa es que una ciudad sustituye a la otra. Finalmente queda en pie, solo la ciudad privada.

EL LEGADO DE EMILIO DUHART H.


Me dejó con gusto a poco el homenaje que le rindió la UBB al arquitecto Emilio Duhart H., hace pocos días. Muy poco publico. Falto mas entusiasmo. Creo que este gran maestro -el mejor arquitecto que hemos tenido en Chile- se merecía algo más. Especialmente, de esta ciudad, que le debe mucho.
Don Emilio Duhart H. fue muy significativo para esta ciudad. Junto con el terremoto de mayo del 60 que remeció a la ciudad entera, quedando las calles llenas de escombros y personas damnificadas, llega este arquitecto junto con un contingente de otros colegas, que en definitiva, van a revolucionar la ciudad.
Después de la ruina, vino la reconstrucción y con ello, llega un “nuevo orden y un nuevo espíritu” a esta ciudad. Creo que ha sido el mejor momento histórico civilizatorio que ha tenido la gran conurbación de Concepción.
Los postulados arquitectónicos y urbanísticos fueron la concreción del movimiento modernista que configuro una “ciudad nueva”, con una actitud mas bien rupturista del orden de la manzana cerrada y la fachada continua. Moría una ciudad, y nacía otra, sin mirar atrás.
El modelo urbano se baso en una “ciudad tridimensional” con ejes jerarquizados que conforman grandes supermanzanas y niveles de actividades que imponen una arquitectura de volúmenes y espacios en movimiento. Estos, que se despegan entre si, supone dejar un orden mas estático de fachadas continuas y compactas y espacios cerrados. Aparece el concepto de placa y torre en el centro.
Era la aplicación de las ideas de la arquitectura moderna que impulso el arquitecto francés Le Corbusier, de quien había gran influencia, en todos estos arquitectos.
Junto con esta estética viene cohesionada una ética y una lógica que acompaña a este orden nuevo. Y fue particularmente un nuevo espíritu que se posesiono de todos sus habitantes. Había una gran receptividad a estas ideas nuevas.
El espíritu de la modernidad en la arquitectura penquista también coincide con la industrialización a gran escala, y con ello en la cultura de la ciudad. Esto motiva una gran fe en el valor del progreso, que es su rasgo particular más distintivo, como filosofía de vida. Todos vamos hacia un progreso ilimitado.
Las numerosas intervenciones arquitectónicas de Emilio Duhart y su equipo en la ciudad tienen su paradigma mayor en los espacios y edificios que dejó en la Universidad de Concepción. Se puede metaforizar que proyectó “nuestra propia Acrópolis con su Agora, Anfiteatro y templos del saber accesibles a todos los ciudadanos”, representados en los espacios y escalinatas del foro y los edificios que conforman el magnifico espacio central y que corresponden a los edificios metálicos y la biblioteca como remate de este.
Me atrevería a insinuar que la genialidad de esta intervención no tiene referente en Chile, aunque revaloriza “la plaza como espacio abierto de encuentro publico”.
El espíritu provinciano que se remueve telúricamente, supuso además, un gran crecimiento cultural en la ciudad que se abrió a una época de grandes cambios sociales y reformas espirituales – época del Concilio Vaticano II y fé en las utopías políticas-, pero que en lo local, cambio la identidad colectiva como una ciudad renovada en su conciencia, mas abierta a los cambios y progresista, con gran atracción, gravitación y proyecciones de convertirse en una gran urbe.
Don Emilio, como arquitecto fue una ráfaga de aire que cruzó por esta ciudad en una época crucial que marca un antes y un después en su historia urbana. La ciudad tiene su impronta, aunque hoy se la quiera cambiar. Es demasiado fuerte, para ignorarla.
El espíritu de su arquitectura va mas allá de las modas, porque esta fundada en principios universales de configuración arquitectónica, digeridos por el juicio y asimilados por la sensibilidad. Pero, que curiosamente define de una manera mas particular, precisa y profunda el ser de la identidad chilena : es telúrica, fuertemente tectónica, muy austera materialmente, esencialmente simple en su ordenamiento, coherente con la geografía, espacialmente rica como el paisaje, incluso un poco agreste. Y eso, se lee en el lenguaje arquitectónico de todas sus obras.
No se si habrá algún otro momento, para que podamos reconocer como ciudad entera el valor y meritos de un gran maestro –hoy fallecido- que pasó por esta ciudad. Pero tenemos como habitantes, que pisamos este suelo, la oportunidad de disfrutar de sus obras porque están ahí. Solo basta recorrerlas y habitarlas.