Monday, October 16, 2006

LA LUNA


Derivaciones y divagaciones acerca de una Fiesta Tecno en la Barcelo.

En el crepusculo de aquel viernes, el sol reflejado en algunas ventanas despide encendidos rojos. Sentir ese suave escozor del vacio, ese sopor de inutilidad permitida que nos envuelve, mirando las universitarias de la Diagonal que salen de las ultimas clases, me trae inesperadamente a la Anita Ekberg ceñida en su traje tubo negro, como un flash, cuando alguien me dice ¡Ah, dolce vita!.
En medio de esa sistematización semanal tan generalizada de hacer las cosas cuando todos las hacen, algo nos recorre como una tenue inquietud. No comprendo en toda su magnitud esa predecibilidad de hacer lo permitido, que induce a mirar las cosas de otra manera, aunque sean los mismos escenarios de todos los días. “Recuerda que los dias viernes nos juntamos donde siempre”.
El permitirse soltar esos vagos presentimientos que trae el atardecer en el café Colombia, cambia rutinariamente la conducta del tedio. Todo surge como un rito en el preciso instante en que alguien exclama : Es que van a suceder cosas.
Era ya el fin de una semana negra y en ese preciso paréntesis de tiempo aflora la inquietud de sacarse lo maquinal de lo cotidiano, con algo aun más maquinal. En la emocionalidad hay una llave que abre puertas, le escucho a alguien decir, y la frase “no solo basta un deseo para que se despliegue”, es la replica de un eco automatico. “Es un tema de desborde”, me quede pensando pa´ adentro.
Quien esta al lado mío, sentencia : “Para encontrar la emocionalidad, hay que desbordarse para que sea verdadera. Tienes que salirte de Ti.” Y de nuevo el eco “ Como si quisiéramos ir de viaje a la caza de cierta intensidad perdida. Que sea impredecible, es todo lo pido.”
La historia de aquellos personajes, me llega, en medio de otra conversación al lado de mi mesa, y trato de atraparla, pues tiene que ver con lo mismo. En ellos se hace obvio, la soltura del fin de semana que se nos viene, con la noche.
En un racconto de pretéritos entrecortados, se van formando tenues imágenes, de todos ellos, cuando aparecen las cervezas y las primeras empanadas. Mientras se sucede la narración voy escenificando el glamour de esos episodios que aun no se han borrado. “ Era una fiesta tecno para mayores de 30, en la cual ciertos arquitectos, personajes diversos que frecuentan el Cantabria, se han encontrado, sin panorama .”
“Y los errantes se han propuesto adentrarse en la noche de la Barcelo para respirar oxígeno duro, un metálico sentir que satura el vacío”. Entre la reconstrucción de las escenas intercalo pasajes del libro “El Sexappeal de lo Inorgánico” y el recuerdo de Fellini, en la búsqueda de lo nocturno, cuando Mastroiani persigue a la Ekberg en la fuente romana.
“Lo maquinal nos deja en blanco, en esa energía se siente un monstruo oculto que palpita en esa masa humana”. Me viene a la memoria que La Barcelo está cerrada y las fiestas de medianoche se arman en galpones ausentes como fósiles que son despertados - en lo esporádico esta lo inesperado - con esta peregrinaciones en que se busca un destino, un sentido de quiebre.
Vuelvo a pensar que todo es solo el encuentro de claves que se abren a la emocionalidad latente. No es mas que el festejar eterno que nunca se podrá incubar en algo abandonado. Y salta la frase de alguien medio borracho que dice ¿Donde está la vida?.
“Están tan sistematizados los sucesos de todos nosotros, que un viernes en la tarde, la vida se ve diferente a un lunes”, articula gravemente el otro semi borracho.
Alguien me explica que lo paradójico es que este frenesi maquinal, de una fiesta tecno, se mueve y se siente sin conciencia, es el imperio de los sentidos. “Hay una liberación de ser, no hay que ser, ni representar, ni identidades, ni roles. Esta vaciedad potencia el oido, y lo sincopado de la motricidad se intercala, se ajusta al Disjey en un trance de movimiento perfecto.”
Me surge, nuevamente la escena de Anita Ekberg en La Dolce Vita, que se devora la noche y la luna, y en su piel se puede encontrar algo tan universal, esa intensidad tan ansiada para agotar y exhalar todo de un golpe, de sentir la vida como se nos va.
Alguien que ha llegado tarde a la narración, resalta que estos personajes arquitectos se han deslizado a través de la oscuridad en su levedad habitual. Y trato de imaginarme la individualidad de sus desplazamientos como en un rito sagrado, pues algo los convoca. “Escuchan voces que los llaman al viaje, un viaje de alucinación. A un mismo lugar. Se han encontrado sin citarse, y ahí están, porque están solos”.
“La alucinación, es la vaciedad metálica de las cosas, y ellos cosifican sus cuerpos. La coordinación de los movimientos con ruidos sordos de aparatos mecánicos se alojan entre la música y el espacio que no da mas. Es lo esperpentico que se mueve metalicamente, surgiendo sonidos perentorios desde esas orejas electrónicas que se revientan. Todo parece reventar. Sin parar, nada va contra la maquina sincopada, los cuerpos se mueven. Es existencialidad en movimiento, quimicamente pura.”
Seguimos entre sorbo y sorbo. “Las acompañantes bailan, sus cuerpos dóciles a la maquinación se han sumado a la masa. Como bailarinas se estiran y se contraen, y sus movimientos son elegantemente mecánicos cuando surgen las figuras de sus observadores, atenta a impregnarse de esa atmósfera. Sus miradas lo entienden todo. Todo puede suceder sin que ocurra nada. Es solo experiencia, algo con la vivencia pura. Puede surgir el contacto, cuando menos se espera.
Alguien me cuestiona que no puede ser lo mismo a lo que filma Fellini en La Dolce Vita porque es intimista, con esa búsqueda existencial en aquel galpón. Sentir en ese suceder, un momento de intensidad, no puede ser lo mismo. “Es la luna, hay algo en la luna. Como un llamado oculto. Extrañas voces que te arrastran”. Yo apuesto a algo similar.
Pienso nuevamente que sacarse esa cosa maquinal para echarse encima otra cosa maquinal. “Vamos del tedio a la excitabilidad, y es esa distancia justa que gobierna nuestros diarios ritmos vitales.”
Trato de imaginar a estos personajes tomando champaña, de madrugada, en los zapatos de las acompañantes en la fuente de la plaza de Concepción, y no puedo. No hay fuentes como en Roma. Ni esa luz de grandes focos. Todos ellos, jóvenes solitarios bañados por la luz de la noche, no escajan con lo felliniano. Imposible.
Todo lo he imaginado como en un viaje filmico, pero siento que no es creible. Ha aparecido la luna en todas las escenas.
Lo que si puedo imaginar, es el momento en que vuelven a sus casas, cansados aun con el retumbar de la musica dura, para dejarse caer en un silencio con ecos de vibraciones catatónicas que vuelven involuntariamente a sus memorias.
“Los lugares imaginados de Roma son fragmentos de escenas sin vivencias reales, no puede haber conexiones con escenografía de aquí. Es muy parcial, sin continuidad hacia fuera, no hay un afuera ni un después” me dice mi vecino con un tufo inaguantable
Entre los personajes, que están conmigo, merece un parrafo aparte a quien designare como “El Retornado”, personaje que ha regresado a su nido, aun mas pálido que cuando partió a Francia y que anda siempre con la misma ropa, es casi su uniforme. Personifica el verse siempre igual, un continium de una misma apariencia sin variantes. Y es el único, que no logra enchufarse con el relato.
“ La experiencia de ser atrapado en una misma escena para ser repetida, por siempre, como una forma de purgatorio, aun cuando externamente todo sigue su curso, sin cambiar. Es como quererse pegar al tiempo, no sentir que pasa.”
El intercalar pensamientos como divagaciones, me sumergen en Fellini - una y otra vez- ante la nostalgia de un tiempo mágico. La vida suspendida, palpita en ese dejarse caer, en un doble abandono entre Roma y la fiesta en la Barceló
“En ese mismo abandono, tan medido, es cuando entramos en un estado de cosa sintiente del cual lo sensorial es el cerebro, y puede comprobarse, de alguna forma, que no hay separación cuerpo-alma. El cuerpo es el cuerpo, como cosa sensible. Afortunadamente las cosas se diferencian porque no tienen interioridad, ni espesor, ni profundidad. El ser se hace cosa, adopta la postura neutra de la cosa, la vaciedad es la nada. La luna llena ha cruzado el cielo negro, y viene el amanecer.”
Vuelvo a sentir el sol rojo que me ciega, en el Colombia, que ahora esta lleno de gente. Y pedimos otra corrida de cervezas con otra docena de empanadas. “El Retornado” se despide porque afuera esta su mujer, que no quiere entrar.

Octubre 2002

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