Monday, November 13, 2006

EL LEGADO DE EMILIO DUHART H.


Me dejó con gusto a poco el homenaje que le rindió la UBB al arquitecto Emilio Duhart H., hace pocos días. Muy poco publico. Falto mas entusiasmo. Creo que este gran maestro -el mejor arquitecto que hemos tenido en Chile- se merecía algo más. Especialmente, de esta ciudad, que le debe mucho.
Don Emilio Duhart H. fue muy significativo para esta ciudad. Junto con el terremoto de mayo del 60 que remeció a la ciudad entera, quedando las calles llenas de escombros y personas damnificadas, llega este arquitecto junto con un contingente de otros colegas, que en definitiva, van a revolucionar la ciudad.
Después de la ruina, vino la reconstrucción y con ello, llega un “nuevo orden y un nuevo espíritu” a esta ciudad. Creo que ha sido el mejor momento histórico civilizatorio que ha tenido la gran conurbación de Concepción.
Los postulados arquitectónicos y urbanísticos fueron la concreción del movimiento modernista que configuro una “ciudad nueva”, con una actitud mas bien rupturista del orden de la manzana cerrada y la fachada continua. Moría una ciudad, y nacía otra, sin mirar atrás.
El modelo urbano se baso en una “ciudad tridimensional” con ejes jerarquizados que conforman grandes supermanzanas y niveles de actividades que imponen una arquitectura de volúmenes y espacios en movimiento. Estos, que se despegan entre si, supone dejar un orden mas estático de fachadas continuas y compactas y espacios cerrados. Aparece el concepto de placa y torre en el centro.
Era la aplicación de las ideas de la arquitectura moderna que impulso el arquitecto francés Le Corbusier, de quien había gran influencia, en todos estos arquitectos.
Junto con esta estética viene cohesionada una ética y una lógica que acompaña a este orden nuevo. Y fue particularmente un nuevo espíritu que se posesiono de todos sus habitantes. Había una gran receptividad a estas ideas nuevas.
El espíritu de la modernidad en la arquitectura penquista también coincide con la industrialización a gran escala, y con ello en la cultura de la ciudad. Esto motiva una gran fe en el valor del progreso, que es su rasgo particular más distintivo, como filosofía de vida. Todos vamos hacia un progreso ilimitado.
Las numerosas intervenciones arquitectónicas de Emilio Duhart y su equipo en la ciudad tienen su paradigma mayor en los espacios y edificios que dejó en la Universidad de Concepción. Se puede metaforizar que proyectó “nuestra propia Acrópolis con su Agora, Anfiteatro y templos del saber accesibles a todos los ciudadanos”, representados en los espacios y escalinatas del foro y los edificios que conforman el magnifico espacio central y que corresponden a los edificios metálicos y la biblioteca como remate de este.
Me atrevería a insinuar que la genialidad de esta intervención no tiene referente en Chile, aunque revaloriza “la plaza como espacio abierto de encuentro publico”.
El espíritu provinciano que se remueve telúricamente, supuso además, un gran crecimiento cultural en la ciudad que se abrió a una época de grandes cambios sociales y reformas espirituales – época del Concilio Vaticano II y fé en las utopías políticas-, pero que en lo local, cambio la identidad colectiva como una ciudad renovada en su conciencia, mas abierta a los cambios y progresista, con gran atracción, gravitación y proyecciones de convertirse en una gran urbe.
Don Emilio, como arquitecto fue una ráfaga de aire que cruzó por esta ciudad en una época crucial que marca un antes y un después en su historia urbana. La ciudad tiene su impronta, aunque hoy se la quiera cambiar. Es demasiado fuerte, para ignorarla.
El espíritu de su arquitectura va mas allá de las modas, porque esta fundada en principios universales de configuración arquitectónica, digeridos por el juicio y asimilados por la sensibilidad. Pero, que curiosamente define de una manera mas particular, precisa y profunda el ser de la identidad chilena : es telúrica, fuertemente tectónica, muy austera materialmente, esencialmente simple en su ordenamiento, coherente con la geografía, espacialmente rica como el paisaje, incluso un poco agreste. Y eso, se lee en el lenguaje arquitectónico de todas sus obras.
No se si habrá algún otro momento, para que podamos reconocer como ciudad entera el valor y meritos de un gran maestro –hoy fallecido- que pasó por esta ciudad. Pero tenemos como habitantes, que pisamos este suelo, la oportunidad de disfrutar de sus obras porque están ahí. Solo basta recorrerlas y habitarlas.

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