Wednesday, November 08, 2006

QUIERO VIVIR EN BEVERLY HILLS


“Una ciudad, un escenario”, podría ser la consigna. Toda ciudad que se precie de tal siempre sugiere su propio casting fílmico, su look mas marketero. Al colocar su mejor perfil siempre encierra un lado seductor, escondiendo su propia trivialidad.

Por muy modesta que sea su historia y peque de irrelevante, siempre guarda una pretendida aspiración de convertirse en estrella, o una diva que todos sueñan con vivir en ella o conocer de más cerca, con autógrafo y todo. Cada una hace su juego. Y para eso están las postales, como sipnosis de cinematografía.

Otro cuento, es esa ciudad imaginada por la sugerencia de sus lugares, tal vez sin una escondida pretensión, de quien realmente ignora lo que hay tras de esos paisajes. Se deja envolver por su visualidad pura que le trasmiten ciertas atmósferas. Es el verdadero rostro, lo que se es realmente, en que la belleza o la fealdad resaltan por si misma.
Al relacionar lugaridad y cine, es probable que la precariedad de grandes áreas urbanas no califique como lugares fotogénicos. Sin embargo, al entrever la visualidad de los lugares y cualificar su estética urbana, es posible detectar por su casting, la riqueza de su espacialidad.
Para encontrarle su mejor perfil es importante encajar trama y escenificación del film. Cada lugar a cada escena.

En Conce, normalmente la búsqueda dispersa de lugares adecuados obliga a escarbar en todos los rincones, anidando a veces en lo más inesperados. Sobre todo, ciertos planos singulares, para que sea coherente la sugerencia del escenario. Y aunque sean lugares comunes, deben ser muy bien cuidados.

Si busco planos inclinados con profundidades color azul ultramar o marinas en vivo y en directo - sin caer en lo obvio-, Talcahuano es la mas fílmica, porque tiene una tridimensionalidad espacial exuberante e intrincada, como lo seria Nápoles para un director italiano. Si necesitara de cierta sensación de oxidación y noble envejecimiento para construir un thriller veraz, lo encontraría ahí.
Igualmente, los encuadres singulares pondrían a cualquier director ingles a rodar en la Base Naval de Tumbes por que aman la pulcritud ambiental, y no se porqué, tienden a reiterar atmósferas años 50 elegantemente sobrias. Muy british en su congelamiento y minimalismo.
Serian imperdibles algunas escenas nocturnas en el casino de oficiales que mira a la bahía iluminada, o despedidas de atardecer en que la estela blanca de los buques zarpa hacia el horizonte. Son claves, los tiempos y la luz crepuscular para una oportuna sensación de serenidad pasada.
Sin desmerecer que todo espacio es sugerente del aquí y ahora, estos lugares son nostálgicos, apropiados a films que comporten cierto romanticismo perdido, a cierta contextualizacion demodé.
Probablemente, lo mismo suceda con Lota, con sus espacios estrechos y oscuros, con callejones y pabellones, alusivas a una época minera gloriosa del carbón que perfectamente podría escenificar el siglo XIX con los primeros movimientos obreros o reconstruir un cuento de Dickens.

Actualmente, las mejores historias de cine holywoodense transcurren en los suburbios de las ciudades, desarrollándose lo más significativo del drama contemporáneo. Esta línea argumental con todas las tensiones y desajustes causadas por la modernidad, relatan lo mas cercano a nuestra propia emocionalidad.
Al rememorar historias familiares es lo que mas recordamos de nuestras vidas, y al menos lo más cotidiano debería considerar los barrios de Lonco, Andalue o Idahue porque son nuestros propio Beverly Hills.
Para escenas de cierta intensidad, nada mejor que el club La Posada o ciertas mansiones de la Av. Pedro de Valdivia, y para escenificar las vicisitudes y logros de la niñez de clase media alta, los edificios del colegio Saint John en loteo El Venado.
En cambio, si construyéramos un films tipo Lelouch o Trufaut tendría en la plaza Perú, los cafés de la Diagonal y la universidad, los escenarios justos para un relato existencialista o un racconto más intelectual años 70, casi como si estuviéramos en el barrio latino de Paris.

Al final del día, pensando alimentar un cine vanguardista inmediato, habría que tomar una cámara de video y deslizarse por los no lugares como estaciones de servicio, estacionamiento de lugares nocturnos, halles de centros comerciales. Son los nuevos escenarios que tienen rostros mas ajenos porque parecen estar en todas partes, pero lo interesante de la trama es saber como una cultura como la nuestra se apropia de esos escenarios.
Tal vez, con cierta habilidad se puedan tejer narraciones de la cultura actual que aparecen triviales, que por su fugacidad incierta, definitivamente no lo son, revelándonos las fisuras, los intersticios, los desechos de una cultura basura que, por nuestra mirada tan formal, a veces no vemos.
Pareciera tejerse en estos paréntesis de libertad algo, que no son áreas muertas. Ahí parece fraguarse una nueva ciudad. Ahí esta el casting mas feroz.

Foto : Paula Seguel M.
Gino Schiappacasse, arquitecto

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